martes, 26 de noviembre de 2013

Los femicidios y nosotros




Los femicidios y nosotros

Por Maximiliano F. Montenegro

“El peor desenlace”, describió en un mensaje de texto un jefe policial a Diario Popular, minutos después de las 20, cuando la denominada “toma de rehenes” había terminado con el protagonista detenido y en el barrio se rumoreaba la posibilidad de un final horrible. Hasta ese momento se pensaba que las mujeres retenidas estaban a salvo, con la carga dramática de seis horas desquiciantes. Pero no. Ambas habían sido asesinadas.

El doble femicidio, de la maestra Silvia y su hija Valeria, ocurrió en un país donde matan a una mujer cada 35 horas. Y se registró cerca del inicio del Día Internacional Contra la Violencia de Género, mientras en la provincia de San Juan miles de mujeres se juntaron para gritar no, decir basta y visibilizar este problema.

Se puede intentar explicar, entender o razonar un femicidio de muchas formas. El hecho puntual, claro, siempre tiene sus raíces, su espiral particular y una lógica individual.
Pero hasta tanto la sociedad no comprenda que todos somos responsables, que todos debemos comprometernos, que todos podemos ayudar, colaborar y participar, en fin, dejar de mirar para otro lado, nada cambiará. Y las mujeres seguirán muriendo, o dicho de manera más apropiada, resultarán asesinadas. Sus vidas arrebatadas, nada menos. Y la estadística continuará clasificando con frialdad entre aquellas víctimas baleadas, apuñaladas, estranguladas o golpeadas, entre otras modalidades, siempre espantosas.

Los femicidios, hay que decirlo, son ya parte de todos nosotros. Aún más, esos femicidios, en términos simbólicos pero también reales, los cometemos todos. Y esto sucede cuando naturalizamos, toleramos y justificamos la violencia de género; cuando ignoramos los gritos, las humillaciones y los “silencios” de la casa vecina; cuando callamos ese rostro con moretones en la calle, en el colectivo, en el trabajo o en cualquier lado; cuando en los juzgados se cajonea el expediente de la denuncia o nada se hace con esa “loca que quiere la perimetral”; cuando en la comisaría la víctima sufre nuevas y burocráticas cachetadas; cuando no hay recursos suficientes para brindarle una alternativa, apenas una escalerita para atravesar ese muro en el que está cautiva, amenazada, con miedo y sola. Y tanto más, que falta, que está ausente y que se sigue llevando las vidas de las mujeres.

Fuente: Maximiliano F. Montenegro
Texto leído de un enlace en facebook: facebook.com/maximiliano.montenegro

El hecho al que se refiere la nota es el que se informa aquí:









2 comentarios:

  1. maravilloso haber encontrado tu blog
    Y pensar que creemos que siempre es solo nuestra la culpa
    te espero
    Un abrazo y feliz de jaberte leido

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  2. Hola Mucha,o Teacher o bloguera lectora ...Gracias
    Ya voy a visitar tu blog ,también leo bloguereo bastante. Un abrazo y a recomenzar siempre!!

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