lunes, 4 de febrero de 2013

Oda al Balneario Itapé de la niñez…


Desde Navidad que no entraba al blog...las fiestas las vacaciones, otros proyectos ocupaban mi tiempo y demoraban mis ganas de volver.

Pero hoy temprano,un desayuno de mate amargo con hierbas y la lectura de estos versos me estimularon a reingresar con una nueva publicación.

Al leer esta Oda al balneario Itapé de la niñez de Laura Erpen ,me plasmó de emoción; una evocación de esos lugares que supieron  al decir poético de Laura ,llenarnos la infancia y la juventud de naturaleza no contaminada ,de placeres entre amigos entre mates, pesca o sencillamente sentarse a disfrutar de la paz , del verde , el azul y sentir que el río era nuestro...no para los de afuera , bellísimo, gracias por este remanso mañanero.




Oda al Balneario Itapé de la niñez…
( A Emilio González , que fue parte de ese escenario)

Era parte del pueblo de la infancia,
de las lentas jornadas del verano.
Nadie hablaba de industrias ni
turismo.Era el encuentro de la gente
que acudía para gozar del agua,
del río cristalino y de la sombra. Las familias
llegaban con sus bolsas , sillones,
sus lonas desteñidas por los años,
protegiendo a las mallas.
Los árboles nos daban su cobijo,
pero el sol aún no ardía tanto
y se jugaba en la orilla con castillos
y palitas y envases. Algún afortunado,
blandía las gomas ya en desuso de los autos
y uno miraba el chiche y lamentaba
no tener esa barcaza negra y atrevida
para surcar el agua. Ah: ¿Ud pregunta por el agua?
Era clarita, transparente. ¡Cuidado con las boyas,
no te pases!¡Y hasta había mojarras!
¡Qué fiesta de pancitos navegando
y de bocas prendidas en plateados rosarios !
Había mojarreros, cañas, nervios,
mediomundos, Y si no había nada… ¡hasta la toalla!
Después vendrían rezongos: -¡Acá no
me hagan fritangas!- , rugían algunas madres.
Con un Prymus, en el patio, y al rescoldo,
se cocían los trofeos de la tarde. Crujientes,
olorosas , las comíamos, porque eran
nuestro lauro. ( ¿Recuerdan las mojarras?)
No lejos de la playa, cambiadores.
de madera y de chapa , muy precarios.
(Algunos, sólo algunos, los usaban.)
Tardes dulces, alegres, tan amables.
El Itapé cada verano nos sabía
a Paraíso , a Edén , un poco a magia.
Después, llegaron el progreso, las inmensas
crecientes, las defensas y ahora un puente
tan ajeno que no atrae. El tiempo se llevó
nuestro Balneario, aquél, el de la infancia,
el de la dicha, el de la tarde tranquilona,
el que se aloja en la ternura, en el recuerdo,
el que aparece cuando entramos a este nuevo,
que no tiene el sabor de aquel que fuera,
nuestro Itapé sereno , incomparable.

Laura Erpen
Y en el verano de 2013

Imagen tomada del video que acompañó la publicación de la Oda al Balneario Itapé de la niñez , en el sitio de facebook de la escritora.

2 comentarios:

  1. Qué emotivo... me ha transportado a ese escenario.

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  2. Es un tremendo gusto reencontrarme con tu blog, y en plena actividad, querida Patricia.

    Un abrazo fuertísimo.

    ResponderEliminar

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